miércoles, 15 de enero de 2014

Give me peace.

El amargo olor de enero. Los recuerdos, el estudio, la melancolía de cada mañana de madrugada. La sonrisa ya cansada con la puesta de sol. Todo se desvanece y se vuelve opaco. Los paseos al frío con las palabras vanas y relevantes, que en definitiva nada importan. Que fui, soy y seré ese lánguido diálogo continuo con una silla vacía, soy esa pose ante la soledad, esas ganas de sonreír cuando nadie mira. A veces también soy viento, y soy quietud cuando me recorren de arriba abajo las sensaciones que parecen preceder al fin del mundo.
Enero. Enero. Enero. Ese matiz oculto a la mirada de los turistas y visible a los viajeros. 
El café de la mañana con poco azúcar y mucho caos a las 5. El delirio y la insatisfacción a tiempo completo, la delicia a tiempo parcial, siempre en compañía.
Dime cuánto cambian las cosas. Dime que ahora somos mucho mejores, que los errores se desvanecen para nunca volver, para hacernos más humanos. 

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