miércoles, 14 de septiembre de 2016

RJ

Hoy, dejando aparte la culpabilidad, la conciencia que pesa, estoy recidivante e irenemente triste.
Inexplicablemente y sin remedio. Y el viento, no sé  si causa asociada o consecuencia bendita, zarandea los árboles, me mece, me acaricia el nudo en la garganta, las palabras que repito una y otra vez por no perderme ni encontrarme. Sobre todo por no encontrarme.
Hay vece, babe, en que el terrible nudo es tan atroz que no deja pasar ni palabras, ni suspiros, ni la desmesurada cascada de tristeza. Hay veces, Romeo, en que no pasa ni el aire, en que creo que he gastado todas las lágrimas y sólo me queda ahogarme en el vacío que deja el dolor -el terrible dolor de la ausencia-. Que no fluye ni el aire ni sé escribir hoy.
How about it?
La calma de pensar en que la lluvia que cae nos une es tan absurdo y recurrente como absoluto en mi pensamiento. La tristeza del tiempo rodando sobre la piel -a millones de años luz del resto de mortales-, deslizándose sobre la aspereza del alma -inmensurable-. Quiero construir puentes sobre el mar pero aún no sé cómo. Que el viento me alborota, me seca los labios. Quiero poder llorar un rato, grosso modo.