miércoles, 2 de septiembre de 2015

S

Espero que última vez que paso lo escrito en papel al blog y decido quedarme tan desnuda en un día cualquiera como es hoy...

Septiembre siempre llega, helado, cálido, incierto, nuevo y grisáceo, haciendo de mi estado de ánimo un mes, que dura 365 días en mi paladar, en el nudo ahogado de mi estúpida y melancólica garganta. Y yo, con los labios cortados, sangrantes, me muero de gusto, de tristeza y de calma. Sonrío, agridulce, con las ganas puestas en cualquier causa perdida, en cualquier atardecer desde un mirador en el que corra la brisa -¡el viento furibundo que me enrede!-. Septiembre y su aire raro. Mis dedos necesitan amor, o quizás al menos calor, unos labios que les susurre que es cierto, que todo es raro y nada está en su sitio en esta habitación de caos, de desastre en mi pelo. Es el mes en el que nunca sé lo que siento, si esto es rabia, dolor, amor retorcido, o es tristeza que arde, o quizás todas son distintos nombres  para lo mismo, mi silencio rotundo, mi fría indiferencia de comisuras hacia arriba. 'And let it flow, this cruelty'. Y mis ganas, de cualquier cosa siempre conmigo. Música rara y triste parar mirarme las piernas en el espejo, para tocarme los labios -cortados, cortantes-, para decidir de uno a mil cuánta amargura trae septiembre a mis ojos... Para dejar todo ir en un suspiro, y recuperarlo en la inspiración más profunda y más sincera al segundo siguiente - que no puedo librarme-.
¿De dónde, de dónde estos ríos de tristeza?