martes, 29 de enero de 2013

Catabolismo.

Construir...¿para qué? Yo prefiero destruirme, destruir hasta el éxtasis -hasta el deleite, SÍ-, y renacer de mis cenizas cada día.

La llave.

No hay sonrisa que acalle los subterfugios, ni tormenta que amaine el drama de una puerta con llave. ¿Qué pretenderá esconder, presa de un delirio de ego humanístico? Que las lágrimas como gotas arañarán sus contornos de madera o de hierro, y quizás encuentren la paz colándose por sus grietas hasta lo más frío y oscuro de la habitación a ciegas, donde el baúl del tesoro permanece inocente, puro, inconsciente del poco o gran valor de su obtuso contenido, el cual adquirirá un color distinto dependiendo de la pasión de la  mano que lo pretenda. 
Salir huyendo de la sala con los folios sucios en que, en clave, un alma susurra o canta sus deleites como torturas, como quejidos al amanecer, de colores vivos y vanos. Sobre todo vanos.

miércoles, 23 de enero de 2013

Sin sentido para dar y regalar.

Fuerza desmesurada como forma de vida. Látigo en mano. Las ganas, que se escapan de entre los poros para ir a estrellarse contra mi reflejo. Me miro. '¿Qué haces cuando te miras al espejo?', buena pregunta la que me han hecho hoy. Hay demasiadas cosas que hago, palabras que pronuncio, lágrimas que dejo caer, gritos que desboco, frente a frente contra mí, siempre conmigo. 
'Nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada', Coach Carter. Y mi mayor deseo salir a la calle para, bajo la lluvia helada que nos deleita, gritarle a las nubes, al asfalto, gritar hasta que se me quiebren los pulmones y se resienta la voluntad. Gritar. Cantarle al cielo 'La vie en rose' de Piaf o Amstrong o simplemente dejarme morir sobre la acera, bañarme desnuda en los charcos, tentar a la suerte hasta que el karma me corte el cuello. Burlar las barreras.... Enredarme el pelo entre tus dedos y sentir cómo me desgasto y acabo dormida, sola, con mi propio calor como alimento y tortura. Cada centímetro de los pequeños universos que conforman estos chispazos hará de nota, negra, blanca, para ser acariciada sin pudor y sin indulgencia, sólo amor árido, esclavo de los dedos más caprichosos.
Rózame las vértebras poco a poco, una a una, que si me muero esta noche sea de gusto.

lunes, 21 de enero de 2013

Blup, y así van cayendo las gotas.

Una palabra basta para que cambien los aires, y quede el Sol sepultado bajo una pesada capa de nubes. Una, una sola para llevarme a la confabulación sin ti siempre contigo. Nunca sabrás las ganas, nunca las veces que he agarrado la integridad con las dos manos hasta tener las falanges a punto de quebrarse, aferradas a la nada como certeza para no hundirse. Y así me va; que un suspiro tuyo basta para cambiar el color del cielo. 

miércoles, 16 de enero de 2013

Cumulationis malus.

Exactamente eso, un cúmulo de mal. Que se lleva escrito a fuego al fondo de los ojos. Ineludible. 

lunes, 14 de enero de 2013

Délicatesse

A veces, en un instante rociado de calma, de silencio o de jazz suave, allí está él. Desnudo, sonriente, colándose por cada poro, paseándose por entre las entrañas. Y es él, Amor, solo, único. Y tienes esa certeza, ese límpido momento de cosquilleo de punta a punta, de arriba abajo. Amor... ¿hacia qué? Nada, sólo Amor, vacío, con posibilidad de ser llenado con cualquier cosa, con cualquier instante. Y es una bella certeza, aunque dure apenas un instante y luego se desvanezca bajo el peso de la lujuria y la gula que predominan en la gris monotonía que se alza sobre la inconsciencia del día a día. Pero merecerá la pena seguir vivo un ratito más, un minuto, si al respirar allí está él, como fin y no medio, como equilibrio contra la toxicidad que respiramos cada día. 
Que lo importante no es ser amado, sino tener esa capacidad de acariciar cualquier alma con la sutileza del roce de una pluma. 
Es extraño, estos encuentros con la lucidez son poco frecuentes, así que supongo que sirven para cerrar un buen día sin nada concreto.

jueves, 10 de enero de 2013

Temps.

Es extraño. El reloj golpea y cada vez entiendo menos. Llevo demasiado tiempo en un callejón sin salida, en la búsqueda de una implosión que quizás sólo yo puedo provocar. Respiro. Pero no basta, mis pulmones ya no quieren aire para alimentarse. No quiero paz, no quiero apatía. Ese afán (¡OBSESIÓN!), ese horrible temor al error... a volverme adicta a lo que no debo, a atar mis manos hasta hacerlas sangrar, morderme los labios hasta que exploten y callen para siempre. O al menos hasta que mi lengua no pueda arrancar cicatrices. O hasta dentro de mil años, y que ya dé igual lo que grite. 
No puedo evitar ser tan estúpidamente absurda como el resto de los demás absurdos y estúpidos mortales. 
Que alimentar el alma para que cada vez se sienta más vacía, que floten los interrogantes al fondo y me golpeen con esa característica y vana tortura que lleva asociado lo más ínfimo.
No quiero calma, no quiero paz. Quiero arder, y que la Náusea arda conmigo. Que esta percepción de la incongruencia deje de existir. Que arda conmigo también.... Bueno, mejor lo dejo aquí.

lunes, 7 de enero de 2013

sábado, 5 de enero de 2013

Religión.

La religión del pensamiento abrupto, vacío, desolador. La maravilla del placer escondido tras la aridez de razonamiento abismal, inquebrantable, poderoso en su sencillez. De los pocos escalofríos que valoro. Placentero en su totalidad, con un regusto similar al placer que produce el dolor más profundo. Similitud en la sonrisa producida por la desazón que implican; vagar acariciando los chispazos más abstractos es mágico.