martes, 30 de diciembre de 2014

Autonotas

Y mis nervios,  que ya no sirven para nada,  tan rotos, tan crispados. Tan sensibles. Tanto me cabrea que lo sean que más vulnerable me vuelvo.  Y mis errores,  soplándome en la nuca, deseando que vomite, y yo que no puedo ni hablar con este nudo,  con estas ganas de nada; del universo entero transformado en nada.  Y estas ganas de llorar que no comprendo. 'Pareces feliz, pareces cansada, pareces ausente.' Y yo que lo parezco todo pero que no soy nada me estremezco.  Y tiemblo con estas ganas de rendirme al mundo,  de callar por fin y dejar de vomitar palabras para así llevar por fin el vestido limpio y las ganas del alma tranquilas. Pero, ¿cómo callar esta ruina que soy yo, este veneno contenido en palabras que soy y que asfixia hasta la agonía frente al atardecer en el mar -la calma, la cama-?

jueves, 11 de diciembre de 2014

Agonía.

Hay días -y noches- en que la costra -el muro- alrededor de mi ser arde, y yo con ella. Me empequeñezco, mi autoestima se arrastra por el suelo, moribunda, y me encierro en mi ser de una manera poco sana. Cuando mi autoestima baja al subsuelo me percibo irascible y atrapada en la mediocridad, me siento flotar como gas inflamable por los minutos, las horas... Y, curiosamente, percibo que todos los defectos y vicios que acarreo tras de mí son lo que realmente soy. Siento que todo lo bueno que tengo es mero control de todo lo malo que podría llegar a ser. Y bueno, aunque sea penoso escribir y leer estas líneas deja de ser algo triste cuando se asume como real, como lo que asumo como verdad de mi ser. Y es este pesimismo el que se atraganta en mi faringe en modo de espíritu, ser o lo que se suponga que es este conjunto de neuronas inconexas, de estas conexiones incompletas... el que nunca me abandona, el pesimismo que pro desgracia casi siempre es realismo. Esta tristeza lacónica que tengo en forma de ojos cansados... Que soy un ser miserable no es nada nuevo -la espiral de mi ser, de mis palabras, siempre en círculo, siempre hacia el mismo ceniciento horizonte, porque quizás no hay nada más aquí-. Me escribo estas palabras a sangre sobre la piel, ¿y ahora qué? 






 La paz es una utopía. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

lunes, 27 de octubre de 2014

Gone

'Dispara, me encanta. Dispara otra vez' gritan mis ojos. Y no puedo callarlos. Estoy desnuda; la sala llena de espejos. Temblar es la bendición de mi infinito reflejo, tan imperfecto y difuso... Tan amargo y afilado. Ni quiero ni puedo respirar. Recorro con los dedos las juntas, los recovecos del enlosado de la habitación -en suave, mortífera penumbra-, mientras me maravillo y maldigo todas y cada una de sus imperfecciones. De fondo hay una música totalmente desconocida -ajena- para mí, y no soy capaz de pararme a escucharla... ni quiero. Sólo pienso en la desgracia de ser terriblemente vulnerable, de tener los ojos grises y las ganas gastadas. Mi tensión se evapora. Me tumbo en el suelo, helado. '¿Qué más da?' No hay modo humano de atrapar la vida en ese vaho que vuela alejándose de mí para ir a estamparse contra todos los espejos, emborronándome, volviéndome más horrorosamente difusa. '¿Qué más da?' me repito como un himno. Y no hay modo. No sé si hay salida, Sólo disparos en mi pecho. Este cuerpo no es mío -nunca he sido más yo en este cuerpo que en este instante-. Tristeza seca, congelada en los pulmones. Congeladísima entre los labios. Sólo puedo pensar en el modo de callar a mis ojos pero... ¿cómo les digo que dejen de ser grises? ¿Cómo gritarle a mis pulmones que aleteen si esta habitación es el fondo del océano? 'No hay modo' Árida soledad, quédate a mi lado, no quiero más. No puedo más. 'Dispara otra vez'. Ni siquiera soy capaz de reconocerme en estas palabras -será que por fin la soledad ha dejado de ser broma y lo que ha pasado a ser broma es la vida en su esencia desolada-. ¿Para qué volver a reconocerme en la espiral ascendente de mi caos? 'Caos, expándete y deja de ser tú y de ser yo' le digo. Será que deja de ser broma lo de estar perdida. Quizás. Le pregunto a los espejos borrosos y espero. Me derrito -ardo- me fundo-... me pierdo en los horrorosos recovecos imperfectos -IMPERFECTOS- del enlosado, aunque aun así mis ojos no pueden dejar de ser grises. 

martes, 30 de septiembre de 2014

Smoke.

Cuantos más otoños se me acumulan más descubro que todas las tristezas al final son la misma. Que todos los caminos conducen al bucle, a la espiral en caída libre de las cosas rotas. 


martes, 23 de septiembre de 2014

Martes de hielo (como Nicci French)

Muy dados a los vicios, a los vicios crueles y nocivos, a amar el humo semejante al vaho de los ríos que se desdibujan como el recuerdo de mi ser en tus ojos. Muy dados a la agonía de los pechos que palpitan -arrítmicos, desbocados-, dados a la locura. Aún no ha llegado octubre y ya se me han rajado los labios -justo a la mitad, en la ironía de las sonrisas tristes-. Me vuelvo difusa entre otras caricias, me voy perdiendo en el infinito de la melancolía callada -paralizada... de pánico y de éxtasis-, y vuelve el miedo a las cosas irreversibles, al tiempo siempre hacia delante aunque mi alma caiga hacia atrás -frente a frente, el pasado y el futuro, neutralizados en la indiferencia de escalofrío sin nombre-. Lunes amargo, pero martes de hielo. Es tan horroroso como consolador pensar en el cíclope que nadie comprendía pero que, silencioso, acariciaba con amor los rincones más sucios de la ciudad -volvemos a los vicios-. Odiamos a nuestras amígdalas, y miramos por la ventana -a este cielo gris, encapotado, que, desafiante, nos incita a mojarnos, a ser cenicientos hasta la agonía total, hasta que la arritmia se nos vuelva mortal a la altura del nudo en la garganta-. Nunca ser, nunca dejar de ser. Ni triste ni irónica. Y hoy déjame.... que este cielo moribundo es sólo mío -este sentimiento confuso e indescriptible sólo está anclado a mi coroides, a la punta de mis dedos, enardecidos de no sentir...-.
Que me desdibujo en tu memoria como se dispersan los ríos de vaho es lo que hay escrito en este cielo mortecino y precioso. Escalofríos. Qué tristeza más tonta, ¿no?

domingo, 14 de septiembre de 2014

Palabras.

Hay palabras tan grandes, tan increíbles, tan sucias, tan preciosas como preciadas, tan dulces, tan amargas, tan necesarias de decir susurrando, tan irreales, tan leves, tan duras, tan tristes, tan frágiles y delicadas, tan únicas, tan especiales, tan tan esperadas, tan pervertidas, tan lejanas, tan heladas, tan puras, tan inútiles, tan odiosas, tan placenteras, tan mancilladas, tan eléctricas sobre la punta de la lengua, tan entrópicas, tan oscuras, tan inesperadas, tan apropiadas; hay palabras que son tanto que se nos atragantan en forma de nudo infinito en la garganta, que nos ponen la piel de gallina, que nos llenan de escalofríos, de miedo, de amor, de locura, de confusión, de indiferencia. Hay palabras que son tan demasiado que nos hacen temblar de placer y de caos. Hay que quedarse con las palabras que son mucho más de lo que son, con las palabras que nos recorren la espina dorsal hasta llegar al cuello para expandirse por todo el alma. Palabras como caricias, como extensión entre mis labios y tu oído.

sábado, 23 de agosto de 2014

Salado.

Las lágrimas suelen ser saladas sobre los huesos; sobre las ganas de ser hueso. Las lágrimas suelen ser sobre la sangre, suelen ser sobre la nada. Nos desangramos y no hay sentido. Tristeza de perro. Tristeza de perro... profunda como mis ganas de aterrizar y despegar a la vez. Ríos de ganas y sentido. Somos fríos, somos ganas de ser, de estar en el río. Tristeza de perro... nos desagramos sin ser. Y somos hueso perdido, y carne perdida, y ganas perdidas, ganas de nada a la deriva de la hormiga pervertida.El tsunami del dolor de ser, de los gemidos de la existencia pura. Y dura. Y nuestras ganas de ello; de no ser ojos rojos. 

miércoles, 20 de agosto de 2014

Me niego, me despego... Que la agonía es perenne.

Que al final nos quedamos callados porque sólo sabemos de sexo elevado al mayor éxtasis y de amor que se sirve tibio por las mañanas, de pasiones tan inútiles como inevitables y de canciones par recordar en el zenit. El mundo pertenece a quien sabe hablar de caricias, a quien sabe besar  las comisuras de una sonrisa, quien encuentra las ganas de cualquiera y las mima hasta lograr algo bueno. Y ya no sabemos hablar de otra cosa, ni pensar bien, porque el embrollo de las locuras nos aplasta y nos doblega, y no sabemos ser otra cosa. 
Y nos quedamos callados de nuevo. Porque sólo sabemos de errores, del mundo en dimensiones desconocidas, las ganas eléctricas entre tus labios y mi lengua que se relame por las desgracias palpitantes. Las esquinas que nos hacen de cruce, de milagro y miseria imprevistos. Gánate mi miseria y seré para ti.Y no hay mayor desgracia que todas las preguntas que no te haré cuando la misión sea el cielo. Y así nos va. Difusos, perfectamente enajenados, locos, y, sobre todo... perdidos. Perdida, al menos.  No sé ni que escribo, no sé ni qué pienso, y al menos hoy puedo echarle la culpa a la cerveza. 

sábado, 16 de agosto de 2014

Hielo.

A veces parece que podríamos cambiar, que serviría de algo ir esquivando debilidades toda la vida, dejar de ser hielo y miseria. Y huimos, y somos como lunas, viviendo sonrientes en la luz de otros, en el calor de otros que nos hacen ser personas, y es lo único que importa, porque sólo en esa luz somos paz. Serenidad. Y caos siempre. ¿Qué hacemos si no somos superhombres más que a ratos? Las riendas ya hace rato que se escaparon, que ardieron y nosotros con ellas. 

jueves, 24 de julio de 2014

Tsssss.

A veces odio sentir, odio emocionarme y ser vulnerable. Odio ser mortal entre la gente. Odio perder el control. Odio sentir la manipulación. A veces me gusta ser una esfinge; poderosa, inamovible. 
Qué placer sentirse separado de una multitud vulgar.

domingo, 20 de julio de 2014

Gato triste.

Nunca podré olvidar esa vez que me amaron por la tristeza que vieron en mí. Cuántas cosas aprendí de mi ser por aquellos tiempos; laconismo inherente a mis entrañas, tristeza que se desliza dulcemente a ras de polvo -brisa-. Descubrí entonces que soy un gato triste capaz de estar a años luz con un instante de distancia de los demás. Descubrí también que felicidad es melancolía en una tormenta de verano. Descubrí que no puedo ser de otra manera que arrastradamente triste con y para mi -desgraciadamente realista-. Los nudos en el estómago son motor de vida. Soy un gato triste feliz mirando a la luna, viéndola perderse -difuminarse- en las palabras de los poetas, en la confusión de la oscuridad. No todo lo que soy es tristeza, ni miseria, ni siquiera entropía... pero supongo que a veces casi. Ser poco a poco, desenredando el nudo que se hace de mi lengua la soledad a veces. Arder de vez en cuando para poder seguir caminando. Yo te invito al caos, tú decides si pasar. Soy un gato triste capaz de ser feliz y de ser miserable, de ronronear y huir -incluso de hacer las cosas bien-.  Huir. 
'Contigo o sin ti, a mil kilómetros del suelo en un segundo, sin querer queriendo...'

martes, 3 de junio de 2014

Bah.

¿Por qué, realmente, hemos de creer en la existencia de las buenas personas? CREER. No hay modo humano de lograr meter en mi cabeza la necesidad de la bondad. ¿Es acaso una propuesta realista la de alcanzar la bondad y el altruismo? ¿Es sano para el alma ser un ente intachable? Perdonen pero discrepo. Es posible -y quizás necesario para comprender a qué me refiero- equiparar dicha consideración del ser como prototipo benevolente con la creencia en el arraigo de los dogmas para preservar la entereza, la creencia en el amor o la felicidad como metas objetivables y cuantificables. Lo siento, los dogmas que se los coman otros. Es desequilibrado e incoherente pedirle a un ser humano, cuya oscilación entre lo perjudicial y lo beneficioso es perenne, que se vierta completamente en el área positiva de la vida. ¿Quién cojones se atreve a definir lo que es bueno y malo en este mundo? Sin embargo todo el mundo asume su rol de ser en busca de la luz, sea creyente o no, de ser en busca de la rectitud y perfección de espíritu. Oh, por favor, paren. Son ustedes ridículos renunciando a todo lo oscuro, lo doloroso de esta vida. En esta mi subjetiva y limitada percepción de las cosas las buenas personas no son más que una platónica concepción de las cosas inalcanzables, una forma de ridiculizar el maravilloso y complejo espectro del alma, una concepción que no hace más que limitar las experiencias del hombre. No digo maldad, digo aceptación del alma en su totalidad. Me parecen estos esquemas tan atrevidos y consolidados hoy día en nuestra sociedad sobre cómo deben ser las personas una clara limitación, una forma más de dirigir al rebaño. 
Aunque, claro está, quizás todo esto que escribo es fruto de mi necesidad de autojustificación. Ser un ser introspectivo y oscuro -y ser consciente de ello- no es fácil. 

viernes, 9 de mayo de 2014

Oscuridad.

Ámame por este puñado de miseria que soy. Quiéreme como si no fuera un junco tembloroso. Te pido que cuando me mires a los ojos seas capaz de ver toda la oscuridad tras la luz. Sobre todo no te fijes en mis virtudes. Sólo déjame mostrarte la tristeza del viento enredado en mi pelo. No sientas si no es 'un temblor de tierra' si me rozas en busca de calidez. Porque es lo que soy. Un caos tras otro, unidos entre sí por la certeza de la entropía, por la callada frialdad de los suspiros sin nombre y las miradas al vacío; hilados en la incongruencia de un cuerpo. 
Eso soy, la intolerable mezcla entre la amargura y la suavidad. Así que quiéreme con la certeza de abrazar un abismo. 

lunes, 5 de mayo de 2014

El porqué de ser.

¿Por qué escribir de manera enrevesada? 
Escribir de manera cristalina es como decir 'Estoy desnuda' y a la vez también '¡No me mires! Esta oscuridad no es propia de nadie; estos desequilibrios son sólo míos. Te los dejo a cachos, a ratos, a minutos y por partes. No mires...' 
Escribir de manera turbia e impenetrable es decir 'Necesito decirlo, pero nadie necesita comprender. Necesito gritar y vaciarme, pero nadie tiene necesidad de empaparse del alquitrán de estos mares. Necesito desangrarme pero que nadie lo sepa'.

viernes, 2 de mayo de 2014

Sonrisa cansada.

Nos vamos deslizando, desgastando los días, aunando el hastío y la calma; la tristeza y la saciedad. Nos vamos desligando.

Juntando retazos. Días raros.

'Cuántos días me despierto aún de noche, al borde de una muerte que es un grito desesperado. Aúno el cansancio, el odio y sueño; todo es miseria cuando amanezco a solas sin ganas de querer ni de olvidar. La muerte se me atraviesa entre la garganta y los labios contraídos sin motivo. El mundo es inquietantemente curioso; él  y su dolor a la carta. Nada mejor para un sufrimiento que el que sea imaginario. Nada mejor para un deseo que ser inalcanzable o estar medio muerto. Los deseos moribundos o que tratamos de enterrar en cualquier rincón del desierto son los que nos mantienen vivos a algunos.'
Llámanos tristeza, llámanos soledad. Dinos miseria si quieres. Grita que somos un rincón oscuro y callado en el mundo; a la sombra de la agonía nos vamos forjando como un ente incomprensible. Desde aquí hay buenas vistas del atardecer al menos. De hecho es un sitio muy apropiado desde el que contemplar con viva expectación el Big Crunch, y sin duda es el mejor sitio para desangrarse lentamente, dejarse ir hacia el hastío. Qué miedo, la sensación del vértigo agolpado en las muñecas. Húrgame bien profundo en todas las heridas, ¿qué más da?, si no van a cicatrizar. Llámanos miseria si quieres, ya que probablemente no tengamos otro nombre. 

miércoles, 9 de abril de 2014

Time.

Que el tiempo se arrastre sobre mis heridas no me cura. Sólo desliza arena por todos los recovecos, y no le importa si es costra, herida abierta u olvido. 
[El viento tampoco cura, pero al menos acaricia sin cuestionar]

miércoles, 2 de abril de 2014

Gris, gris, gris.

Me quedo a solas contigo, canción. Con tu dulce textura, con tu halo de tristeza. Gris, gris, gris. Así estamos, ¿eh? Siempre tú, siempre yo. Entre tus minutos guardo demasiados recuerdos... demasiados instantes ajados de nudos en la garganta. Placebo de 'Romeo and Juliet', dosis diaria -,dosis nocturna-. Déjame ser sin estar. Me arropan tus notas, me recuerdan que fui. Que soy -quizás...-. Qué cerca quedan todos los rincones de Granada. Qué obvias, las nubes y el olor a lluvia. La ciudad dormitando bajo gotas tímidas que tiemblan antes de ir a destrozarse por cualquier rincón. No sé muy bien si a solas o no, pero el viento me agita frente a la puesta de sol; una Granada que se disfraza de París. 
Tú y yo a solas, canción maldita, entre estas cuatro paredes, entre estas sombras y el techo engrisecido por la luz que huye entre las cortinas. Dame oscuridad y nunca calma. La calma va de la mano con el olvido; hoy sólo nudos. Siénteme lejos, casi en la punta de la lengua, a punto de abrasarme con el café de media tarde, mientras yo... yo te abraso en el infierno. Nada más dulce que ir a morir entre idealizaciones de bruma, de nada, de delirio psicótico. 
Por fin, últimos acordes. Nada mejor que respirar y no sentir.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Crecer.

Me hago mayor y nadie sabe cómo. Me hago de piedra en la penumbra. Puedo ver mis labios, rajados de parte a parte. Siento el aire como cuchillas clavadas en la lengua. Nadie sabe cómo de intrínsecamente oscura me vuelvo con el paso de los días, las horas, los minutos. Mi problema es que soy exactamente como debo ser. Es extraño. ¿No es justo al revés lo que ocurre en el resto del mundo? Señora de mis tinieblas, domino el azar y olvido el Big Crunch que llevo tatuado en la frente; la eterna implosión. Crece, crece, siempre hacia dentro, siempre hacia lo oscuro. Impulsos; que la salvajidad no quede olvidada bajo el cemento. 
Nadie sabe cómo vamos volviéndonos los demonios que soñamos, los delirios que aborrecemos. Nadie adivina el sentido de nuestro mundo ni de cuánto podemos llegar a enredarnos el pelo. 
La misión es olvidar las preguntas estúpidas y cuidarnos de cuestionar repetidamente las que van grabadas a fuego. ¿Quién necesita saber quién es o a dónde va, si las sombras no le dejan respirar? 

martes, 11 de marzo de 2014

Blues.

No sé, no sé de dónde apareces. Y aquí estás. Quiébrame en mil pedazos si te apetece, ya da igual. Psicótico, me envenenas. Me envenena el roce de tu existencia a través del viento que respiro cuando la ciudad calla y el frío se alza en la noche sin piedad -me agita, me desvela-. Me sangran los labios, ya ni sé por qué. Por mí, por ti, por mis impulsos caóticos, supongo. No hay modo humano. 'El silencio es un consuelo'. Melancolía, deja mis nervios en paz. No necesito más pasados que nunca existieron ni futuros utópicos. Necesito esta brisa helada, esta forma oscura y calmada de seguir viva. Esta árida perspectiva de la existencia. Róbame el optimismo y vete ya. Desaparece. No quiero altibajos; quiero engrasar mis engranajes -mis cadenas- poco a poco, uno a uno, sin prisa. Mis nervios no pueden permitirse hundirse una vez más. Soledad, no quiero temblar más. Hoy no. Desencabrita mis labios y hazme respirar. Bañarme en oxitocina y olvidar todos los rostros, el mío el que más. Enajenación, enajenación, enajenación, terrible idealismo para una mente atada a un bloque de cemento -que la mantiene unida al fondo del océano más magnífico y maldito-. Que esta noche me cobijo bajo el peso de tu mirada, si acaso no ardo -bien en el infierno-. 

jueves, 27 de febrero de 2014

Jueves poético.

Mis piernas, heladas, anochecen largas sobre la cama vacía. Esas piernas en que a veces se confunde y se diluye un poco mi maldad perversa. Ya no sueño con no ser humana, ya renuncié a la limpieza del alma. Sólo intento reducir mi anhelo de embarrarme de los pies a la cabeza, pero he asumido la suciedad. La soledad. Mis rincones favoritos, mis habitaciones personales. Esta noche parezco mayor; será el cansancio, serán las horas deslizándose -las arenas movedizas del tiempo-, será el rojo atemporal de mis labios, de mi sordera a la esperanza. Piernas encabritadas a la deriva para ir a estrellarme con otra noche de respirar despacio, de frenar el tiempo en la melancolía, de abrir las puertas del delirio silencioso, de transformar la cama vacía en cualquier rincón bello del mundo. Quieta. El universo queda recluido en apenas el leve destello que brota y muere al fondo de mis ojos. 

domingo, 23 de febrero de 2014

Pasearme sobre los muros

Despegada, anclada en el tiempo, veo cómo se reducen a dos mis opciones: volverme neurótica o impasible. Siempre nos queda ser salvajemente, ser sin moralidad ni estupor, sólo con el brillo de los ojos profundos, de las ganas utópicas. Ser sin esperar. Con los ojos secos, las manos vacías y la sonrisa triste. Ser mirando a la nada. Ser sin palabras. 
Me quedo en calma, pues una vez que se asume que el hombre no es más que la expresión más o menos reprimida de un cúmulo de oscuridad salvaje todo es paz. Todo es seguir caminando, seguir respirando.
El mundo, los hechos se deslizan, y parecen no tocarme. No los siento, ni los ajenos ni los propios. Estoy estancada en un mundo de brisa e infierno. De todo lo que soy y lo que no soy me construyo. Me destruyo para poder seguir construyendo, me deslizo, me sueño y me olvido. Me olvido...
Me despego, me pierdo. Sigo siendo, y maldita amígdala. Malditas ansias perennes de autodestrucción. De volver al pasado o cubrirlo con mil velos, de ir al futuro y arrancarle su maktub; de dejarme a solas con la indeterminación de un preciosísimo presente incierto y sucio, puro caos. No quiero ser. Déjame ir con el huracán al menos un rato. Bello y completamente árido presente, vacío, eso es lo que quiero. Sin ser, sin estar, sin sentir. Pasearme sobre los muros, mirar las estrellas, que nada exista esta noche. Sólo el frío obnubilándolo todo, y una pequeña parte de mí, la que sólo se encarga de respirar. Enajenación. Tan necesaria como idealista a estas horas.
Neurótica o impasible, esa es la cuestión. 

jueves, 6 de febrero de 2014

Atemporales.

Ese extraño poder de las palabras, virtud a la par que problema; su atemporalidad. Da igual cuántos segundos se vayan depositando sobre ellas, cuántos años, quizás horas, pulan sobre su superficie los estragos de las dimensiones. No importa cuánto se aje el papel, ni si arde o se humedece. Las palabras, una tras otra, conservan su golpe mortal, su toque divino, con una fuerza constante, con un dolor perenne e innato. 
Conservan esa fuerza incluso cuando representan realidades imposibles, ya que todo lo que imagina el humano ha sido previamente procesado por el cerebro, es decir, todas las emociones contenidas en las líneas existen, aunque el contexto sea improbable. El contexto no importa. 
No concibo el paso del tiempo y su halo de indiferencia helada sobre  las palabras. Se me hace imposible  no concebir la existencia en círculos, tropezando una y otra vez con las mismas palabras, llorando, riendo o dejando el alma troceada en cada una de ellas. Melancolía infinita, viniendo a resumir. 
Quizás por eso se dice que el amor dura toda una vida. Leeré que amé y volveré a amar; tal vez nunca se abandonan los sentimientos. 
Las palabras, desde mi concepción de la realidad, son lo único que no se va hundiendo bajo el peso del tiempo y la lejanía. Todo lo demás se disgrega. Y por todo lo demás entiéndase nosotros mismos, somos los que nos vamos alejando del yo, nos vamos deformando, siendo mejores o peores de manera discutible, nos vamos discurriendo río abajo, anclándonos en una melancolía eterna. Somos nosotros los que debemos temer y amar al tiempo, y hacer al menos el intento de curtirnos en la dirección deseada.
Pueden pasar mil años, que volveré a llorar con las mismas líneas. Acaso en toda la eternidad no sea capaz de  dejar de hacerlo. 

martes, 4 de febrero de 2014

Días para todo. Ayer tocó esto.

Y plof. Tras tanta duda llega la certeza. ¿Qué motivos hay para que dudes de ti? Eres quien eres. Sabes todo lo que has hecho, todo lo oscura y retorcida que puedes llegar a ser. Pero también has llegado a ser muy grande, y puedes serlo mucho más. Y de una noche hundida en la miseria puedes obtener algo más que palabras tristes y melancolía infinita; pararte, escribir todo lo que te disgusta apretando muy mucho el boli, y asumir qué es todo lo que deseas. Y sabes que deseas muchísimas cosas, y entre ellas no está incluida la mediocridad. Y casi te falta gritar para soltar todo esto que llevas dentro. Pero, Irene, para ti la ambición nunca ha sido algo malo. La 'necesidad de logro'. Más. El más que está intrínsecamente ligado al instinto humano. El ego. Siempre has escrito sobre el ego, ensayos casi infinitos sobre su parte buena sin olvidar la mala, y ahora lo desprecias. Quizás se puede avanzar desde la humildad, pero nunca desde la mediocridad. Creo que no es el momento de volverse sumisa, ¿sabes? Motivación, emoción, conciencia. Tienes todo y nada para triunfar. 'Por mis cojones', que se suele decir, por orgullo.
¿Dónde coño está esa furia casi incontrolable, soberbia y confusa? Porque yo sólo veo una llorica que se autocompadece. ¿Y de qué sirve? 
Asume, asúmelo todo. Eres dominante, autodestructiva, astuta, torpe para casi todo hasta la médula, callada, obsesa de los errores y el fracaso, y muy muy crítica. Eres todo lo que eres y todo lo que eres. Eres todo lo que has hecho... eres todo lo que ya pasó, lo que queda. Tu cosmovisión es muy especial. Y es lo que hay. Luz y oscuridad. Y tendrás que lidiar con ello, ya lo sabes. Pero también tienes que crecer. 'Ser la mejor versión de ti mismo'.
Vale más una sonrisa que todo razonamiento posible. Así que avanza, estréllate con todos los muros que puedas, que nunca te falten las ganas ni te sientas tonta, trabaja para ti. Sólo para ti. Que la primera persona que se enorgullezca de ti seas tú, Irene. 
¿Notas eso en las muñecas? Es el vértigo, el vértigo de la vida, de las decisiones, de que debes respirar y seguir andando. Sólo hay un camino, sólo hay una opción para ti. Y ya sabes cuál es, ¿no? No hay pérdida. Confía. 

miércoles, 29 de enero de 2014

Cansancio.

Cansancio, es eso lo que anhelo cuando las inquietudes más que habituales me retuercen tan desde dentro. Cansancio, esa gran arma del conformismo para esclavizar. Cansancio, que yo te necesito cuando la noche se cierne y me estrecha la garganta entre las sombras de la habitación. Cansancio, que me robas todo lo que me ilusiona y me empuja a la vida. 
Cansancio y tristeza. Cansancio e imposibilidad. Cansancio y mediocridad. Cansancio como peor forma de la sociedad civilizada de mantener la cordial y maravillosa ceguera (que a veces, cansada de mí misma, cansada de no estar cansada de estrellarme cada día contra la realidad sin la piedad de los callados tanto clamo en silencio). 
Cansancio, desde ti escribo, que al borde del 'ya no puedo más' muchas palabras suenan más dulces, más dramáticas o preciosas, al arrastrarse sin sentido por los horizontes de mi mente ya bañada en hastío.
Y así llego a la cama casi siempre, a la búsqueda del cansancio que haga que mis sentidos se adormezcan hasta la tontura, a la búsqueda de que desaparezcas, cansancio, que me oprimes cuando me robas mis horas a solas. Y así hoy, que ni una ni otra, me dejo más bien halar por la indiferencia, tan peligrosa como el olvido o la monotonía de los instantes que, enmohecidos, se acumulan sobre la mesita de noche, bajo la tenue luz de los sueños que se crean y se destruyen, demasiado cerca de mis ganas de todo y nada.

viernes, 17 de enero de 2014

Juliet.

Lo estúpidamente inquietante que resulta que cuando más bella me veo (bella de aura, de elegancia y delicadeza) es cuando, enrojecidos los ojos de llorar por nada y por todo, aparece el color en mi rostro, en la mitad que no permanece escondida bajo el pelo enredado por cualquier excusa, alborotado, como mis ganas de no ser, de no estar. Invisibilidad, eso anhelo  cuando casualmente más guapa me veo. Estallar en el vacío, en un silencio atronador que me deje ser sin estar, callada, mientras me deleito en la agonía de los segundos que van pasando entre el espejo y mi confuso reflejo.

miércoles, 15 de enero de 2014

Give me peace.

El amargo olor de enero. Los recuerdos, el estudio, la melancolía de cada mañana de madrugada. La sonrisa ya cansada con la puesta de sol. Todo se desvanece y se vuelve opaco. Los paseos al frío con las palabras vanas y relevantes, que en definitiva nada importan. Que fui, soy y seré ese lánguido diálogo continuo con una silla vacía, soy esa pose ante la soledad, esas ganas de sonreír cuando nadie mira. A veces también soy viento, y soy quietud cuando me recorren de arriba abajo las sensaciones que parecen preceder al fin del mundo.
Enero. Enero. Enero. Ese matiz oculto a la mirada de los turistas y visible a los viajeros. 
El café de la mañana con poco azúcar y mucho caos a las 5. El delirio y la insatisfacción a tiempo completo, la delicia a tiempo parcial, siempre en compañía.
Dime cuánto cambian las cosas. Dime que ahora somos mucho mejores, que los errores se desvanecen para nunca volver, para hacernos más humanos.