viernes, 4 de octubre de 2019

Manifiesto en favor de este vacío que me completa

Anoche, tan confusa pero concisa y clara como ando últimamente, escribí un poco.

Que llegue el vacío y te pille sola, sin recursos. Que llegue y te dé de lleno, que te golpee y solo haya silencio. Irene, que crecer desde ahí te haga fuerte y te empoderes a ti misma. Que valgas todo lo que puedes y seas la mejor -aunque no haya nadie para verlo-. Que esta rabia sea motor, que esta voz firme y cansada tuya guíe tus pasos. Que crezcas y hagas todo lo mejor posible -sin limitarte-, aunque no haya nadie para verlo. Aunque te duela que no haya nadie para verlo, para valorarlo. Que no haya lugar para esconderte entre estas cuatro paredes y tengas que encontrarte. Con todos los pensamientos que no cuadran con quien se supone que eres, con todos los anhelos que tienes y no asumes, con todos tus miedos -que son terribles, por cierto-. Encontrarte cara a cara con la Irene más sucia y no huir, con la Irene que tiene miedo a que nadie la valore nunca más, con la Irene sensible que llora siempre sin razón -aunque que te dan ganas de darle un guantazo cuando ocurre-, con la Irene que no entiende las relaciones de pareja ya, que no entiende las relaciones humanas en general y se siente sola, con la Irene a la que se le enquistan las personas desde hace años y no hay manera, con la Irene fuera de juego, de margen, del canon autodefinitorio, con la Irene que está llena de terrores y se asusta ante una caricia, con otras muchas Irenes y sobre todo con la Irene que escribe tonterías porque el silencio de esta noche vacía es verdaderamente doloroso. Y necesario.