martes, 30 de diciembre de 2014

Autonotas

Y mis nervios,  que ya no sirven para nada,  tan rotos, tan crispados. Tan sensibles. Tanto me cabrea que lo sean que más vulnerable me vuelvo.  Y mis errores,  soplándome en la nuca, deseando que vomite, y yo que no puedo ni hablar con este nudo,  con estas ganas de nada; del universo entero transformado en nada.  Y estas ganas de llorar que no comprendo. 'Pareces feliz, pareces cansada, pareces ausente.' Y yo que lo parezco todo pero que no soy nada me estremezco.  Y tiemblo con estas ganas de rendirme al mundo,  de callar por fin y dejar de vomitar palabras para así llevar por fin el vestido limpio y las ganas del alma tranquilas. Pero, ¿cómo callar esta ruina que soy yo, este veneno contenido en palabras que soy y que asfixia hasta la agonía frente al atardecer en el mar -la calma, la cama-?

jueves, 11 de diciembre de 2014

Agonía.

Hay días -y noches- en que la costra -el muro- alrededor de mi ser arde, y yo con ella. Me empequeñezco, mi autoestima se arrastra por el suelo, moribunda, y me encierro en mi ser de una manera poco sana. Cuando mi autoestima baja al subsuelo me percibo irascible y atrapada en la mediocridad, me siento flotar como gas inflamable por los minutos, las horas... Y, curiosamente, percibo que todos los defectos y vicios que acarreo tras de mí son lo que realmente soy. Siento que todo lo bueno que tengo es mero control de todo lo malo que podría llegar a ser. Y bueno, aunque sea penoso escribir y leer estas líneas deja de ser algo triste cuando se asume como real, como lo que asumo como verdad de mi ser. Y es este pesimismo el que se atraganta en mi faringe en modo de espíritu, ser o lo que se suponga que es este conjunto de neuronas inconexas, de estas conexiones incompletas... el que nunca me abandona, el pesimismo que pro desgracia casi siempre es realismo. Esta tristeza lacónica que tengo en forma de ojos cansados... Que soy un ser miserable no es nada nuevo -la espiral de mi ser, de mis palabras, siempre en círculo, siempre hacia el mismo ceniciento horizonte, porque quizás no hay nada más aquí-. Me escribo estas palabras a sangre sobre la piel, ¿y ahora qué? 






 La paz es una utopía.