sábado, 23 de agosto de 2014

Salado.

Las lágrimas suelen ser saladas sobre los huesos; sobre las ganas de ser hueso. Las lágrimas suelen ser sobre la sangre, suelen ser sobre la nada. Nos desangramos y no hay sentido. Tristeza de perro. Tristeza de perro... profunda como mis ganas de aterrizar y despegar a la vez. Ríos de ganas y sentido. Somos fríos, somos ganas de ser, de estar en el río. Tristeza de perro... nos desagramos sin ser. Y somos hueso perdido, y carne perdida, y ganas perdidas, ganas de nada a la deriva de la hormiga pervertida.El tsunami del dolor de ser, de los gemidos de la existencia pura. Y dura. Y nuestras ganas de ello; de no ser ojos rojos. 

miércoles, 20 de agosto de 2014

Me niego, me despego... Que la agonía es perenne.

Que al final nos quedamos callados porque sólo sabemos de sexo elevado al mayor éxtasis y de amor que se sirve tibio por las mañanas, de pasiones tan inútiles como inevitables y de canciones par recordar en el zenit. El mundo pertenece a quien sabe hablar de caricias, a quien sabe besar  las comisuras de una sonrisa, quien encuentra las ganas de cualquiera y las mima hasta lograr algo bueno. Y ya no sabemos hablar de otra cosa, ni pensar bien, porque el embrollo de las locuras nos aplasta y nos doblega, y no sabemos ser otra cosa. 
Y nos quedamos callados de nuevo. Porque sólo sabemos de errores, del mundo en dimensiones desconocidas, las ganas eléctricas entre tus labios y mi lengua que se relame por las desgracias palpitantes. Las esquinas que nos hacen de cruce, de milagro y miseria imprevistos. Gánate mi miseria y seré para ti.Y no hay mayor desgracia que todas las preguntas que no te haré cuando la misión sea el cielo. Y así nos va. Difusos, perfectamente enajenados, locos, y, sobre todo... perdidos. Perdida, al menos.  No sé ni que escribo, no sé ni qué pienso, y al menos hoy puedo echarle la culpa a la cerveza. 

sábado, 16 de agosto de 2014

Hielo.

A veces parece que podríamos cambiar, que serviría de algo ir esquivando debilidades toda la vida, dejar de ser hielo y miseria. Y huimos, y somos como lunas, viviendo sonrientes en la luz de otros, en el calor de otros que nos hacen ser personas, y es lo único que importa, porque sólo en esa luz somos paz. Serenidad. Y caos siempre. ¿Qué hacemos si no somos superhombres más que a ratos? Las riendas ya hace rato que se escaparon, que ardieron y nosotros con ellas.