miércoles, 21 de agosto de 2013

Tardes.

Qué alta la caída; de los labios al corazón y de ahí directamente al suelo, a desparramar los sentimientos por el suelo, que me van sobrando y faltando. 


Post luna llena.

Me despierto todos los días dedicándome un minuto cara a cara con el espejo. Me escruto, me vigilo sentada en la cama. Voy estirazando los párpados, el ceño, normalmente, frente a mi reflejo cansado.
En silencio voy determinando detalles, voy olvidando los sueños o pesadillas nocturnos, me voy haciendo al calor de la habitación, a las sombras que deja la penumbra sobre los enredos de mi pelo.
Me vuelvo eterna por un momento, pensando que mis ojos, al igual que cualquier parte del alma, carece de sentido propio una vez es extirpada. Cualquier parte parece ridícula fuera del caos, del chaos perpetuo que nos agobia, pero que no comprendemos. Descartes aquí no nos sirve, pues el problema o virtud sólo puede ser real si se lo mira al completo. Cada detalle que se escapa a la totalidad está falta de movimiento, de latido propio. Que un beso por sí solo no significa nada, que una mirada al vacío sólo es indiferencia, o algo así. Me vuelvo eterna pensando en tonterías, hasta que llega la típica pregunta... ¿es realmente esto lo que quiero ver por las mañanas, es realmente lo que alguien que sea yo sin ser yo apreciaría? 
No hay momento del día en que me sienta más fuerte, o quizás más lejos de los dramas nocturnos, de los dolores en partes extrañas del alma, de la locura sin remedio de los lobos cuando aúllan. 
No hay momento del día en que me sienta más segura de lo enorme que es mi alma, ya que de tantos cachos carezco a estas alturas.
'Así son los ciclos de soledad.'

viernes, 16 de agosto de 2013

Sucumbo.

¿Dónde estás, cariño? Que ni puedo escribir y no te encuentro.  ¿Dónde estás?, que si digo la verdad echar de menos es mi hobby favorito. Juega conmigo. Que si este momento agridulce tiene algún sentido... No, ya sé que no lo tiene. Miro a la Luna, ni ella sabe... Me sabe la boca a sangre; me he vuelto a morder hasta sangrar. Y así me va. Escribiendo sin sentido, sin ganas de esconderme ni de esconder que se me corre la pintura. Por ti o por cualquiera, me da igual. Borradores, que ni tú ni nadie conocerá. Mi alma está obtusamente calmada. Qué quieres que te diga, si las ganas se me escapan por los poros, y no soy capaz de volverlas a encontrar. Ni a ellas, ni a mí, ni a estas lágrimas locas que corren sin sentido, como imitando estas palabras, más borrador que entrada, más locura que ganas, más cordura que este grito que me sale. Sucumbo. 

Psociópatas.

La regla de oro: no tomarse nada como algo personal. Qué difícil, si todo lo que veo, leo, percibo, soy yo, es este éxtasis, estas ganas de llorar cuando algo me conmueve como si fuese mío, como si me erizase el vello a mí misma desde dentro; desde estas ganas de ficción y cordura. 

martes, 6 de agosto de 2013

Si me sueltas entre tanto viento..

Es cierto, muy cierto que si muchas veces me maquillo es para que me reconozcan menos. Cleopatra desconocida. Los ojos más grandes, los labios más rojos, la tristeza más profunda, la sonrisa más amplia y las piernas más largas. Tampoco me reconozco yo. Lo gracioso es que me he alejado tanto de mí que sin maquillaje tampoco me encuentro. Sólo soy capaz de sentir mi esencia delirante haciendo espirales sobre sí misma, con ese vértigo en las venas de los antebrazos, con esas ganas locas de pararme a ver si mis lunares te echan de menos. 
No hay forma humana de llegar en calma si no es con cansancio. No hay forma de acostarme y dormir si no es con un suspiro enrarecido. El aire es árido y me desgasto. Todo desemboca en borradores infinitos, en miradas a la Luna y en no querer dormir nunca sola. Mis pensamientos se pierden y siempre desemboco en los mismos mares, en los mismos océanos en que la belleza de la existencia se esconde tras el dolor intenso de encontrarme  y nunca tras alguna certeza. 
Irrisoria es la conquista del serio mundo. Que no hay tristeza que por bien no venga. Quiero escribir cosas felices, pero es esta nostalgia, esta melancolía, arraigada a mi ser, que me hace desear lo improbable del pasado que nunca ha existido, del futuro que podría ser y nunca será. 
Palabras sin nombre, sin dueño, sin intención. Mis dedos, que se escapan, trazan un futuro arrepentimiento para la mañana próxima. 
¿Delicia? Delicia es siempre perdición, un conjunto de terminaciones nerviosas en que placer y horror se funden.