lunes, 4 de febrero de 2013

Escalofrío titánico.

Le escribo a un folio, a una pantalla, le grito a un muro vacío para que nadie tenga la necesidad moral de decirme cuán estúpidos resultan mis miedos en cuanto la saliva se transforma en palabras, vanas, que vuelan sin sentido y no desahogan. Para que nadie se vea en la encrucijada de tener que darme consejos increíblemente inútiles. 
De hecho... apriétame más la venda, que yo ya sé salir de aquí... aunque prefiera agonizar al fondo de la oscura sala. Tú déjame mi lucha, aunque luego me destroce la cabeza contra las paredes en busca de una caricia.
Mirada impasible. A veces me pregunto dónde se esconden mis sentimientos una vez las lágrimas se gastan.

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