domingo, 25 de octubre de 2015

En memoria de septiembre

Los domingos por la tarde se me secan los labios y las ganas, se me alargan las ojeras y los miedos sobre la mesa, bajo la sombra de una luz de titila para al final siempre perderse, congelarse en las ganas de ser llama -el vaho del atardecer helado que se lleva todo por delante, lo arrolla sin la piedad de la escarcha matinal o de la pereza de volver a ser del lunes por la mañana-, y la música es el falso silencio de las preguntas que se atreven a golpearse con todas las paredes sin desaparecer, que sin dudar se atreven a rasgarme los labios de lado a lado -los labios, siempre los labios-, que me acarician la sonrisa, esas preguntas que tienen menos respiro que estas líneas, esas preguntas que siempre empiezan por un quizás y acaban clavadas en la miseria del alma.

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