jueves, 11 de diciembre de 2014

Agonía.

Hay días -y noches- en que la costra -el muro- alrededor de mi ser arde, y yo con ella. Me empequeñezco, mi autoestima se arrastra por el suelo, moribunda, y me encierro en mi ser de una manera poco sana. Cuando mi autoestima baja al subsuelo me percibo irascible y atrapada en la mediocridad, me siento flotar como gas inflamable por los minutos, las horas... Y, curiosamente, percibo que todos los defectos y vicios que acarreo tras de mí son lo que realmente soy. Siento que todo lo bueno que tengo es mero control de todo lo malo que podría llegar a ser. Y bueno, aunque sea penoso escribir y leer estas líneas deja de ser algo triste cuando se asume como real, como lo que asumo como verdad de mi ser. Y es este pesimismo el que se atraganta en mi faringe en modo de espíritu, ser o lo que se suponga que es este conjunto de neuronas inconexas, de estas conexiones incompletas... el que nunca me abandona, el pesimismo que pro desgracia casi siempre es realismo. Esta tristeza lacónica que tengo en forma de ojos cansados... Que soy un ser miserable no es nada nuevo -la espiral de mi ser, de mis palabras, siempre en círculo, siempre hacia el mismo ceniciento horizonte, porque quizás no hay nada más aquí-. Me escribo estas palabras a sangre sobre la piel, ¿y ahora qué? 






 La paz es una utopía. 

3 comentarios:

  1. Se podría decir, leer y escuchar tanto sobre esto que escribes... A la mitad dices "siento...", eso es importante. Intentaré explicarme en pocas palabras: en esa clase de momentos (certidumbres, vislumbres, posiciones) creo que uno debe limitarse sólamente a eso: a sentir. El razonamiento se hará mejor después (eso pienso al menos), porque si no, se acaba en un bucle en el que los espacios se estrechan hacia un agobio amenazante y estéril. De un tiempo a esta parte me rondan una serie de pensamientos de Schopenhauer y de Unamuno en los que encontró eco esa condición ambivalente o contradictoria (incómodamente compleja) que algunos tenemos por quién sabe qué razón. Uno se debate entre el optimismo y el pesimismo, entre la realidad y la ilusión (el sueño), entre la amargura y la satisfacción. Pienso que todo viene de una actitud crítica en el más amplio sentido, en el que esa crítica se centra en primer lugar en uno mismo y para eso se requiere un mínimo de dos elementos como son cierto grado de honestidad y valentía. No es fácil ni cómodo esscrbir con "sangre sobre la piel", pero eso nos ofrece la posibilidad de acercarnos a la verdad ("Si deseas el reposo, cree; si deseas la verdad, entonces busca" decía Nietzsche). Sin embargo, esa angustia, ese desasosiego implícito, esa sombra de pesimismo que conlleva, ¿se trata realmente de verdadero pesimismo, o por el contrario no es más que la manifestación de la inquietud de un espíritu optimista? Es complejo, pero yo respeto profundamente a quien es capaz de "pensarse" de esta forma. Y de saber escribirlo. Diría que no cabría dentro de ese muro razón alguna para no tener autoestima, que ese espíritu crítico y reflexivo, por doloroso que resulte el proceso a veces, no es más que la prueba fehaciente de la estima que se puede tener respecto a uno mismo.
    Y termino con una discrepancia final: La paz, al igual que la justicia o la libertad, no es una utopía. Se trata de una referencia, un indicador, un sentido hacia el que de pueden orientar las cosas. Una aspiración legítima cuya búsqueda ya prueba su existencia.

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    1. Olvidé responderte en su momento. Pero quería darte las gracias, me resulta muy interesante tu forma de pensar. No estoy acostumbrada a esta clase de comentarios, así que me alegró leerte y reflexionar sobre ello.

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