lunes, 14 de enero de 2013

Délicatesse

A veces, en un instante rociado de calma, de silencio o de jazz suave, allí está él. Desnudo, sonriente, colándose por cada poro, paseándose por entre las entrañas. Y es él, Amor, solo, único. Y tienes esa certeza, ese límpido momento de cosquilleo de punta a punta, de arriba abajo. Amor... ¿hacia qué? Nada, sólo Amor, vacío, con posibilidad de ser llenado con cualquier cosa, con cualquier instante. Y es una bella certeza, aunque dure apenas un instante y luego se desvanezca bajo el peso de la lujuria y la gula que predominan en la gris monotonía que se alza sobre la inconsciencia del día a día. Pero merecerá la pena seguir vivo un ratito más, un minuto, si al respirar allí está él, como fin y no medio, como equilibrio contra la toxicidad que respiramos cada día. 
Que lo importante no es ser amado, sino tener esa capacidad de acariciar cualquier alma con la sutileza del roce de una pluma. 
Es extraño, estos encuentros con la lucidez son poco frecuentes, así que supongo que sirven para cerrar un buen día sin nada concreto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario