martes, 13 de noviembre de 2012

Orgía.

Se fueron todos los invitados. Delirio tenía prisa, Locura estaba cansada. Tristeza volvía a casa en el coche con Melancolía. Todos estaban extenuados ya. La fiesta contaba con demasiadas botellas vacías y horas perdidas en la memoria. El humo estaba condensado en el salón. Algunos tenían cuarto en mi casa, les había preparado camas porque vivían lejos y así podrían emborracharse a placer. Soledad durmió bien calentita en la habitación del fondo. Alegría había ido agotando su energía hasta caer rendida sobre el sofá, con Encanto agarrado a su cintura. Me acordé de lo pronto que se fue Timidez, antes de que Desenfreno se subiera a la mesa como si fuera una tarima. Felicidad, por su parte, ni siquiera vino. Miedo me deleitó, pasé con él un rato maravilloso, encerrados en el baño. Me recorrió de arriba abajo, luego lo eché de menos. Me consolé con el apasionamiento de Ansiedad y sus ganas transformadas en asfixia. 
Hubo más invitados, lo cierto es que fue una gran fiesta. Una gran orgía, bella y repleta de cotilleos. Todos me entregaron algo, me embaucaron con sus labios en algún momento de la noche, de algunos llegué a enamorarme espontáneamente. 
Más tarde, cuando todos estaban dormidos ya, o haciendo cosas fuera de mi jurisdicción, aunque no me preocupé mucho de averiguarlo, sigilosamente, se metió bajo las sábanas Incomprensión, y me hizo el amor muy despacio, con mucho cariño, con muchas ganas. Con un par de besos suyos sobre mi frente, acabé por quedarme dormida escuchándole respirar. Amanecí con otro beso suyo, que no prometía ni lo eterno ni ser el último. 
Al día siguiente fue una dura jornada de limpieza.

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