martes, 3 de julio de 2012

Rara.

Esta noche de verano es rara. Este aroma que se cuela por la ventana no me vuelve eufórica. Hoy no. Sólo me engrisece un poquito, o yo a él, no lo sé. Me quedo pensando, respirando muy despacito. El tiempo, aparte de demostrarme una y otra vez este leve y frágil equilibrio que nos rige libremente, cada noche de estas -vacías, grises, calladas- me vuelve a estampar mil recuerdos sin pudor. Es terrible tener que ver el pasado envuelvo en flores y maravillas mientras el corazón se revuelca, desangrándose de vacío y de delirio, aunque la mente trate de convencernos de que no fue para tanto y que el presente es más valioso. 
Por suerte, gozo del privilegio de poder señalar poquitos actos de los que me arrepiento. Es terrible la facilidad con que se tatúan los nombres, los instantes, en mi piel. Los errores, los defectos, los fracasos... Llevarlo todo a cuestas como una tortuga, e ir zigzagueando poco a poco por entre la salvajidad de estos oscuros caminos, dejando al tiempo marcharse y al espacio oprimirme un poquito el pecho. Pero sólo a veces, que si no me asfixia. Sólo en noches como ésta, que con sólo olerla sé que mi compañía será un sinfín de pensamientos vagabundos que entrarán y saldrán por el balcón, trayendo y llevándose sentimientos a placer.

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