miércoles, 11 de abril de 2012

Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo.

Las noches son para dormir, o para dejar pasear la locura  sin correa mientras los segundos van golpeando en mi pecho. Ojalá dormir y soñar, y tener pesadillas horribles toda la noche, para despertarme sudorosa, temblando, y refugiarme de nuevo en el cielo matinal. Pero no, tengo que sentarme en la cama cada noche, a ver pasar los instantes, rozar cada minuto, acariciar las largas horas. Tengo que ahogarme en un insomnio helado, que me repite una y mil veces todo lo que no deseo escuchar, esas palabras que se pasan el día dormitando tras mis sonrisas y mi vicio por no parar un instante hasta caer rendida en la cama, pero que al llegar allí reviven, se cuelan por cada poro de mi ser y gritan sin control.
Cada noche me invade un silencio terrible, un vacío total, sólo roto por suspiros, que se apodera del mundo y monopoliza los sentimientos. Me dejo ser, no puedo luchar contra un fantasma, nunca se me ha dado bien. Me dejo dar tumbos sin control, preguntándome un millón de veces los quizases que guardo muy al fondo.
Ya no distingo entre día y noche, mis ojeras son perennes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario