miércoles, 15 de febrero de 2012

Sumida en un delirio constante anda mi alma.

Extraviada de todo camino posible. En un ensimismamiento que raya la ebriedad. Me deleito entre palabras de EMV.


LLUVIA CON VARIACIONES

Y estoy triste también,
“elenamente triste”,
con la lluvia, en la lluvia, por la lluvia,
a través de, debajo de la lluvia.
Mi tristeza no es de hilo blanco,
ni de noes desmayados de ajadas margaritas,
ni de esa música (Radio. Noche. Nocturno),
ni saber que el tiempo
bicéfalo, contando dobles horas,
(el tiempo del reloj, y –yo te saludo Bergson–
el tiempo tiempo)
no es hora ya de juventud, de síes
(¡ay, divino tesoro!)
sino tiempo del “no”, de se acabó que es tarde,
que nada hay ya que hacer...
(La paz de los sepulcros.
Y que haya un muerto más qué importa al mundo.)
Pues sí, estoy triste.Triste.
Cómo chorrea la lluvia en mi tristeza,
goteando en mi paso impar y solitario.
Cómo llora la lluvia por mis sienes,
por mis manos, mis ojos y mis labios
que fueran elegidos por los dioses
para hazañas de vida
y epopeyas de fiebre.
Escogidas mis manos para alcanzar las cimas
(mundo del tacto, cumbres de ternura),
las palmas hacia arriba, suplicantes a un cielo.
Preferidos mis ojos que alertaron distancias,
profundidades, ríos, mares insospechados,
ojos vigías de auroras, paraísos, crepúsculos,
cauces del amarillo.
Nombrados boca y labios,
reductos del amor,
a empresas de aventuras y audacias destinados.
Todo desbaratado, reprimido,
hecho pedazos, roto entre la lluvia
(Detritus y pavesas, cáscaras de ilusiones.)
Nadie entiende este “puzzle”, este, dígase enredo.
En el espejo turbio de la lluvia
está todo, sangrante, reflejado.
Es verdad que estoy triste.
Elenísimamente desesperada y triste.
(Pero tengo razón. Malhadada mi suerte.)
Pero bendita lluvia,
pues que puedo
recordar esos versos
de un poeta francés –por más señas romántico:
Le seul bien qui me reste au monde
est d’avoir quelquefois pleuré.
Y TRISTESSE se titula, en realidad, el poema.

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