miércoles, 23 de noviembre de 2011

El frío como droga.

Llévame a lo más alto, hasta que el éxtasis me deje tirada en el suelo. Que la música, el frío, los folios, sólo sean invitados, que se queden mirando, sorprendidos en lo profundo de su médula espinal. Quiero no tener cara, que nadie sepa si ese comportamiento es o no propio de mí. Que el hielo esté instalado en mis huesos, que no me permita respirar. 
Nada importa. Dejar a las nubes grises que me miren, que me vean corriendo desnuda, al borde de la congelación, decirles que mis ojos combinan con su melancólico estado de ánimo. Quiero no ser nada para poder serlo todo. 
Que nadie me busque esta noche, que estoy haciendo aros de vaho en el balcón con el pestillo echado, con ganas de hablar con mis demonios y reírme de los nudos en mi garganta, de las presiones en mi pecho.
Quiero que alguien sienta un escalofrío si me mira a los ojos... o al menos que me guarde un instante en su retina mientras yo ya estoy lejos de allí, rogando por fugarme con la soledad a la desesperada. Decirle que la amo como a nadie, a gritos, en mitad de la Nada. 
Esto soy yo ahora mismo. Tal vez en un rato sea un gatito cariñoso y ronroneante. De ojos profundos y traidores.

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