EL odio, sucio, oscuro. Respiro. Lo noto; sigue ahí dentro. Se ha apoderado de mi interior, recorre mis venas descontrolado, rozando a cada instante mis entrañas, mezclándose con mi oxígeno, con cada poro de mi piel. Y no sé qué es lo que quiere de mí... Casi siempre me pide algo concreto, odio por odio muchas veces. Pero hoy no lo comprendo. Y me da miedo esta serenidad que reina, tan vulnerable, tan peligrosa en su quietud.
Y el sol sigue escapando, recreándose en las nubes, dejándolo todo delirando entre colores palpitantes, sabiendo ambos -él y yo- que el sentimiento que condiciona mi vida, mis pensamientos, apenas es una mota de polvo en la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario